Presentamos aquí una selección de textos que pretenden introducir a nuestros alumnos en la cultura que nos ha sido legada y que debemos transmitir. En cierto sentido, nuestra cultura puede entenderse como humanista, porque intenta ser un desarrollo de la perfección humana. De aquí nuestro texto: humanidades.
Esta cultura tiene sus raíces, aunque no únicas, en el pueblo hebreo, en Grecia y en Roma. El Cristianismo le da su forma definitiva. Es en Israel donde nace Cristo y las primeras comunidades cristianas. Esto da una impronta religiosa importante.
En Grecia se ve por primera vez al hombre en su especificidad. Esto significa que no se considera como uno más en la escala de los vivientes. El griego nota con precisión lo que lo hace al hombre un ser distinto: su espíritu, su capacidad de orientarse hacia lo universal. Por ello también reflexiona y propone medios para llevarlo a su plenitud.
Roma, con el Imperio y el sentido del orden y la justicia, que encuentra su formalidad en el Derecho, nos muestra cómo ese hombre vive en sociedad de un modo reglado, lo que posi- bilita la paz. Y Roma prepara hasta física y geográficamente el mundo para la Cristiandad.
Roma fue fundada providencialmente para ser la Cuna de la Iglesia, la sede del Papado. Los caminos hechos por los romanos, que parten desde la capital del Imperio y se extienden hasta sus límites, constituyen las vías que utilizarán los primeros discípulos de Jesu- cristo para la prédica del Evangelio.
La centralidad cósmica del hombre adquiere su verdadero sentido en el Cristianismo. No sólo es un ser único en el mundo creado, sino que, con el advenimiento del Cristianismo el Humanismo adquiere su significado definitivo. Se revela más claramente el sentido y destino del hombre. Hay un modelo encarnado, Cristo, el Hombre más perfecto que se ofrece como Camino, Verdad y Vida. Éste es el sentido de nuestro Humanismo. La dignidad y el privilegio del hombre provienen y tienen sentido del fin al que está destinado. El Cristianismo también otorga certeza a una afirmación vivida en el pueblo hebreo: la trascendencia del Dios Creador.

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